El plan del presidente, centrado en el castigo, no solo ignora otros factores: también se socava a sí mismo.
Ciudad de México — Durante meses, empresarios mexicanos se han reunido en la moderna sala de conferencias de la Cámara de Comercio de Estados Unidos para conocer una amenaza que no tiene que ver con aranceles: la guerra de Trump contra los cárteles de la droga. Esta iniciativa incluye la designación de organizaciones terroristas para varios cárteles y pandillas de México y otros países, y podría llegar a contemplar ataques militares estadounidenses.
La medida implica que cualquier empresa mexicana que realice una transacción financiera con un cártel podría enfrentar sanciones estadounidenses o cargos criminales por apoyar al terrorismo. Dado el alcance de los cárteles, que ya funcionan como conglomerados multinacionales más allá del narcotráfico en México, es muy probable que las empresas tengan algún contacto con estas redes, incluso sin saberlo. Por eso, los líderes empresariales llenan las sesiones de la Cámara, tomando café y revisando protocolos detallados para protegerse de instituciones como el Departamento del Tesoro de EE. UU.

“Están preocupados”, explicó Pedro Casas Alatriste, alto funcionario de la Cámara. “Si secuestran a un trabajador y la empresa debe negociar con el crimen organizado, queda expuesta”.
Trump ha logrado inquietar al empresariado y sacudir a la clase política mexicana con promesas amenazantes de acción militar. Pero, ¿logrará realmente su objetivo de acabar con los cárteles? Casi con toda seguridad, no. De hecho, la guerra de Trump contra los cárteles de la droga podría empeorar una situación ya grave.
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ToggleEstrategia fragmentada y contradictoria en la guerra de Trump contra los cárteles de la droga
El enfoque de Trump hacia los cárteles no es una estrategia integral, sino un conjunto incoherente de tácticas. El ejemplo más claro es que, mientras recurre a medidas de fuerza, recorta fondos para programas de tratamiento de adicciones en EE. UU. Esto significa que, aunque los cárteles reciban golpes, la demanda de drogas podría aumentar, incentivando la producción y el tráfico de fentanilo.
A esto se suman los aranceles, las deportaciones y las crecientes tensiones con el gobierno mexicano —especialmente por posibles acciones militares—, que crean oportunidades para que los cárteles amplíen su influencia.
Trump merece cierto reconocimiento por llamar la atención sobre el alcance transnacional de los cárteles, la crisis de adicción al fentanilo y la participación de países como China. Además, su designación de organizaciones terroristas otorga más herramientas legales a las autoridades. Sin embargo, expertos coinciden en que la presión actual no eliminará la amenaza; se necesita un enfoque más amplio y coherente.
Reacciones y riesgos diplomáticos
La noticia de que Trump ordenó preparar ataques militares contra los cárteles provocó incredulidad y rechazo. Carlos Pérez Ricart, académico cercano al gobierno de Claudia Sheinbaum, la calificó de “ineficaz, poco diplomática y políticamente imprudente”.
Una acción unilateral podría debilitar políticamente a Sheinbaum y reducir la cooperación bilateral. Aunque su gobierno ha combatido al Cártel de Sinaloa, extraditado a decenas de presuntos miembros y desplegado tropas en la frontera, también negocia con Washington en comercio y migración, en el marco de la política de seguridad de Estados Unidos.

Otros presidentes, como Jimmy Carter o George W. Bush, también priorizaron un solo aspecto de la lucha antidrogas, con resultados limitados. Incluso la Iniciativa Mérida, más integral, tuvo restricciones políticas. Lo particular de Trump es que algunas de sus acciones podrían fortalecer a los mismos cárteles que quiere destruir.
Medidas que podrían favorecer a los cárteles
Los aranceles impuestos a México, justificados por el narcotráfico en México y el tráfico de fentanilo, podrían dañar la economía formal y aumentar el desempleo, fortaleciendo la economía ilícita y facilitando el reclutamiento de nuevos miembros por parte de los cárteles.
Las deportaciones masivas, que según la administración incluyen a miembros de pandillas, pueden generar nuevos reclutas o impulsar la formación de redes criminales en el extranjero. La historia de la expansión de la MS-13 es un ejemplo de ello.
Trump también ha debilitado programas anticorrupción y regulaciones contra el lavado de dinero, incluso mientras sanciona bancos y figuras públicas vinculadas a cárteles. La flexibilización de normas sobre criptomonedas y armas complica aún más el panorama.
Capacidad de adaptación criminal
Aunque la presión de Estados Unidos y México ha llevado a arrestos y debilitado a algunos grupos, los cárteles demuestran una gran capacidad de adaptación. Cambian rutas, diversifican su portafolio hacia otras drogas y delitos como el robo de combustible, y amplían operaciones fuera de EE. UU.
Incluso la extradición puede ser vista por algunos líderes como una oportunidad, si eso les permite acceder al programa de protección de testigos. “Es una dinámica muy tóxica”, concluyó un exfuncionario de seguridad mexicano.
La guerra de Trump contra los cárteles de la droga sigue mostrando que, sin una estrategia integral, las medidas aisladas pueden generar más problemas de los que resuelven.
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